Convirtiendo los derechos humanos en realidad
“Ellas son la conciencia de la Sudáfrica blanca previa a la democracia”
(Nelson Mandela)
Cuando en los años ‘50 en Sudáfrica pocos podían, querían o se animaban a hablar, un grupo de mujeres blancas, de la clase media, formó la organización Black Sash (Faja Negra) para enfrentar el régimen de exclusión racial, que luego se transformaría en el apartheid. Lucían en público una faja negra, simbolizando “la muerte de la Constitución”.
Con una conciencia cívica y moral inclaudicable, estas mujeres aprovecharon la protección que les daba pertenecer a una clase social privilegiada para “avergonzar con su presencia vigilante a jueces, diputados y funcionarios”. Ellas denunciaban dentro del país y en el exterior al gobierno del apartheid que durante cuarenta años diseñó uno de los regímenes racistas más inhumanos del siglo XX. Apartheid significa “apartado”, “separado”, y sus leyes consistían en separar a las personas de piel negra u oscura, despojarlos de derechos cívicos y constitucionales, para promover la supremacía de los blancos europeos, considerados superiores por ley.
El gobierno del apartheid no tardó en acusarlas de comunistas y de “desatender sus tareas familiares”, pero la prensa internacional y las embajadas las consideraban una fuente de información valiosísima.
DERECHOS HUMANOS DE AYER, Convirtiendo los derechos humanos en realidad - 1955-1995 - 40 años combatiendo al apartheid
En sus “consejerías barriales” (aún funcionan) las mujeres de Black Sash tomaron contacto diario con la realidad de los excluidos. A través de estas oficinas, las voluntarias tuvieron el coraje de asistir a los oprimidos en forma directa, explicándoles sus derechos, enseñándoles las leyes (que ellas mismas también tuvieron que aprender) y presentando causas judiciales con ayuda gratuita de abogados amigos.
La primera consejería fue abierta en Ciudad del Cabo en 1958 para ofrecer servicios de información y ayuda paralegales. A lo largo de los años las consejerías se fueron multiplicando apoyándose en voluntarios y mujeres y hombres de los guetos (townships) que oficiaban de intérpretes. La intención era atender las necesidades de cientos de miles de desamparados y excluidos del sistema que necesitaban ayuda, atención y asesoramiento, víctimas de un régimen atroz que había dividido familias, vecindarios y comunidades enteras.
Fue una búsqueda constante de soluciones, que llevó a las miembros de Black Sash a capacitarse en derecho, estudiar las leyes, seguir los debates parlamentarios, mantener reuniones públicas y protestar, siempre protestar: en silencio frente al Parlamento y otros sitios públicos,
Este recorrido fortaleció la convicción de Black Sash sobre el terrible precio que estaban pagando los negros frente a la supremacía de los blancos. Fueron muy activas en supervisar y relevar los conflictos que se sucedían en todo el país, tomando declaraciones y observando reuniones, manifestaciones y asistiendo a funerales.
A mediados de los años 70 cuando la situación se tornó más violenta aún, ya que frente al aumento de la resistencia de los negros la represión recrudecía, el trabajo de Black Sash no cesó, al contrario, se expandió. Registraron las protestas, las manifestaciones y las marchas. Conservaron listas de las personas detenidas y muertas o desaparecidas durante su detención y lamentablemente algunas miembros de Black Sash fueron detenidas, acosadas y maltratadas.
Black Sash también se dedicó a la supervisión de la legislación y de la política gubernamental. A fines de los ’90 formaron el grupo LegiWatch para que siguiera exclusivamente con esta tarea.
Para Black Sash la justicia es un prerrequisito de una sociedad democrática, por eso pusieron especial énfasis en la asistencia paralegal y participaron en la redacción de la nueva Constitución, (“una ley para una nación”), vigente desde 1996, en la cual todos los ciudadanos gozan de los mismos derechos.
DERECHOS HUMANOS DE HOY, Convirtiendo los derechos humanos en realidad - 1995-2007 - 12 años construyendo la democracia
Una vez logrado este hito, Black Sash tuvo que replantear su rol y fijar nuevos enfoques de trabajo. Gradualmente comenzaron el cambio, y pasaron de ser una organización de voluntarias, en su mayoría mujeres blancas, a transformarse en 1995 en una ONG, con una estructura profesional. Su foco ahora son los derechos socioeconómicos de los más pobres y los sectores más vulnerables de la sociedad. Las áreas: seguridad social, justicia administrativa, derechos del consumidor y ciudadanía.
Siguen tras la senda de construcción de un movimiento paralegal que mejore el acceso a la justicia y comprometa a los tribunales a garantizar los derechos proclamados en la Constitución. También trabajan con otras ONGs en la lucha contra el severo flagelo del sida y la pobreza. Estos son hoy para ellas los caminos para llegar a una sociedad más igualitaria.
A más de 10 años de trabajar en la consolidación de la democracia, los miembros de Black Sash admiten que la transformación es compleja y no abandonan su tarea de promover los derechos humanos para lograr una justicia social, en un contexto de extrema pobreza que priva de toda dignidad. “Tenemos tanto que hacer y nada sucede salvo que la gente haga que suceda. Por cierto, Black Sash ha cambiado al ritmo de estas últimas décadas pero nuestra determinación en ayudar con todos nuestros esfuerzos para que los derechos sean una realidad no ha cambiado”, afirman.
A pesar de ser uno de los países del continente africano, Sudáfrica tiene 37% de desempleo. Según el Banco Mundial, 13% de los habitantes viven en condiciones de Primer Mundo, y 22 millones viven en condiciones de país en vías de desarrollo, solo 25% tiene acceso a la electricidad y agua potable, la mitad completó la escuela primaria, y cerca de un tercio tiene hijos que sufren de malnutrición.
“Ellas son la conciencia de la Sudáfrica blanca previa a la democracia”
(Nelson Mandela)
Cuando en los años ‘50 en Sudáfrica pocos podían, querían o se animaban a hablar, un grupo de mujeres blancas, de la clase media, formó la organización Black Sash (Faja Negra) para enfrentar el régimen de exclusión racial, que luego se transformaría en el apartheid. Lucían en público una faja negra, simbolizando “la muerte de la Constitución”.
Con una conciencia cívica y moral inclaudicable, estas mujeres aprovecharon la protección que les daba pertenecer a una clase social privilegiada para “avergonzar con su presencia vigilante a jueces, diputados y funcionarios”. Ellas denunciaban dentro del país y en el exterior al gobierno del apartheid que durante cuarenta años diseñó uno de los regímenes racistas más inhumanos del siglo XX. Apartheid significa “apartado”, “separado”, y sus leyes consistían en separar a las personas de piel negra u oscura, despojarlos de derechos cívicos y constitucionales, para promover la supremacía de los blancos europeos, considerados superiores por ley.
El gobierno del apartheid no tardó en acusarlas de comunistas y de “desatender sus tareas familiares”, pero la prensa internacional y las embajadas las consideraban una fuente de información valiosísima.
DERECHOS HUMANOS DE AYER, Convirtiendo los derechos humanos en realidad - 1955-1995 - 40 años combatiendo al apartheid
En sus “consejerías barriales” (aún funcionan) las mujeres de Black Sash tomaron contacto diario con la realidad de los excluidos. A través de estas oficinas, las voluntarias tuvieron el coraje de asistir a los oprimidos en forma directa, explicándoles sus derechos, enseñándoles las leyes (que ellas mismas también tuvieron que aprender) y presentando causas judiciales con ayuda gratuita de abogados amigos.
La primera consejería fue abierta en Ciudad del Cabo en 1958 para ofrecer servicios de información y ayuda paralegales. A lo largo de los años las consejerías se fueron multiplicando apoyándose en voluntarios y mujeres y hombres de los guetos (townships) que oficiaban de intérpretes. La intención era atender las necesidades de cientos de miles de desamparados y excluidos del sistema que necesitaban ayuda, atención y asesoramiento, víctimas de un régimen atroz que había dividido familias, vecindarios y comunidades enteras.
Fue una búsqueda constante de soluciones, que llevó a las miembros de Black Sash a capacitarse en derecho, estudiar las leyes, seguir los debates parlamentarios, mantener reuniones públicas y protestar, siempre protestar: en silencio frente al Parlamento y otros sitios públicos,
Este recorrido fortaleció la convicción de Black Sash sobre el terrible precio que estaban pagando los negros frente a la supremacía de los blancos. Fueron muy activas en supervisar y relevar los conflictos que se sucedían en todo el país, tomando declaraciones y observando reuniones, manifestaciones y asistiendo a funerales.
A mediados de los años 70 cuando la situación se tornó más violenta aún, ya que frente al aumento de la resistencia de los negros la represión recrudecía, el trabajo de Black Sash no cesó, al contrario, se expandió. Registraron las protestas, las manifestaciones y las marchas. Conservaron listas de las personas detenidas y muertas o desaparecidas durante su detención y lamentablemente algunas miembros de Black Sash fueron detenidas, acosadas y maltratadas.
Black Sash también se dedicó a la supervisión de la legislación y de la política gubernamental. A fines de los ’90 formaron el grupo LegiWatch para que siguiera exclusivamente con esta tarea.
Para Black Sash la justicia es un prerrequisito de una sociedad democrática, por eso pusieron especial énfasis en la asistencia paralegal y participaron en la redacción de la nueva Constitución, (“una ley para una nación”), vigente desde 1996, en la cual todos los ciudadanos gozan de los mismos derechos.
DERECHOS HUMANOS DE HOY, Convirtiendo los derechos humanos en realidad - 1995-2007 - 12 años construyendo la democracia
Una vez logrado este hito, Black Sash tuvo que replantear su rol y fijar nuevos enfoques de trabajo. Gradualmente comenzaron el cambio, y pasaron de ser una organización de voluntarias, en su mayoría mujeres blancas, a transformarse en 1995 en una ONG, con una estructura profesional. Su foco ahora son los derechos socioeconómicos de los más pobres y los sectores más vulnerables de la sociedad. Las áreas: seguridad social, justicia administrativa, derechos del consumidor y ciudadanía.
Siguen tras la senda de construcción de un movimiento paralegal que mejore el acceso a la justicia y comprometa a los tribunales a garantizar los derechos proclamados en la Constitución. También trabajan con otras ONGs en la lucha contra el severo flagelo del sida y la pobreza. Estos son hoy para ellas los caminos para llegar a una sociedad más igualitaria.
A más de 10 años de trabajar en la consolidación de la democracia, los miembros de Black Sash admiten que la transformación es compleja y no abandonan su tarea de promover los derechos humanos para lograr una justicia social, en un contexto de extrema pobreza que priva de toda dignidad. “Tenemos tanto que hacer y nada sucede salvo que la gente haga que suceda. Por cierto, Black Sash ha cambiado al ritmo de estas últimas décadas pero nuestra determinación en ayudar con todos nuestros esfuerzos para que los derechos sean una realidad no ha cambiado”, afirman.
A pesar de ser uno de los países del continente africano, Sudáfrica tiene 37% de desempleo. Según el Banco Mundial, 13% de los habitantes viven en condiciones de Primer Mundo, y 22 millones viven en condiciones de país en vías de desarrollo, solo 25% tiene acceso a la electricidad y agua potable, la mitad completó la escuela primaria, y cerca de un tercio tiene hijos que sufren de malnutrición.
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